Goma
estaba triste porque a ella le hubiera gustado ser alta y esbelta y,… algo más
que sólo un cubo de suave migajón. Además se encontraba siempre tan sucia de
tanto borrar los errores de las páginas de los cuadernos…sobre todo el de mate,
que su aspecto era de desaliño. El sacapuntas era su amigo y con él platicaba
mucho, pero era frío y calculador y se llevaba mucho con Lápiz Nuevo. En realidad se pasaban mucho tiempo junto, su amistad
era muy fuerte pues siempre estaban afinando sus ideas. Goma entonces se sentía como apartada, se sentía tan sola.
Lápiz
Nuevo era delgado y elegante, incluso hasta tenía
una pequeña goma a su servicio y su punta siempre estaba afilada y lista para
dibujar y escribir. De lejos, Goma
miraba a todos los habitantes de la estuchera y pensaba que ellas, las gomas,
desde siempre habían nacido así; pequeñas, insignificantes. Colocadas en algún
recoveco de aquel estuche, se gastaban un poco cada día hasta romperse,
ensuciarse y perder rápidamente la hermosura de los primeros días.
Los colores como Rosa, Violeta y Amarillo se llevaban bien con ella a tal grado que si coloreaban
por error algún dibujo, Goma podía
borrarlas con facilidad. Borrar el trazo de otro, era la manera de relacionarse
y convivir con los demás. En cambio Negro,
Café y Gris no se llevaban muy
bien con ella y por eso no dejaban que sus trazos fueran borrados. Los lápices
usados; tan pequeños y maltrechos vivían junto a ella en el siguiente espacio
de la estuchera. Todos esos lapicitos eran
tan experimentados en dibujar, escribir y hacer cuentas, que ahora no paraban
de hablar del pasado y sus antiguas glorias. Sin embargo no querían mucho a las
gomas porque muchas de ellas habían borrado diversas ideas suyas que les
hubiera gustado conservar. Sus obras se perdían en viejos cuadernos
destartalados. Por supuesto no admitían que un sinnúmero de aquellos trazos habían
sido errores. Uno de aquellos viejos lápices estaba especialmente olvidado
porque en sus buenos tiempos lo sorprendieron escribiendo un montón de malas
palabras, de esas que llaman groserías y el vecindario lo veía con recelo, lo
ignoraba y nunca lo invitaban a sus fiestas.
Los compartimientos
de aquella caja- estuchera hacían que la vida se complicara porque enredaban la
convivencia entre sus habitantes. Estaban
clasificados de acuerdo a su utilidad y funciones y los espacios mejores eran
para los nuevos. Un día llegaron tres hermosas plumas. Eran Roja, Negra y Verde. Todas eran tan esbeltas y relucientes que Goma, escondida en su lugar, las miraba
embelesada. Quería conocerlas, pero eran tan altivas y vanidosas que no se
atrevió ni a hablarles.
Desde luego Lápiz Nuevo se acercó a ellas, les dio
la bienvenida a la comunidad y platicaron mucho. Tenían planes para hacer bosquejos,
apuntes, resúmenes, cuestionarios, dibujos, mapas conceptuales de colores y
otros muchos trabajos interesantísimos. Hasta ese momento Lápiz Nuevo había sido el personaje más popular, pues era
especialista en hacer números y operaciones y había llenado ya muchas páginas
del cuaderno de matemáticas. Además de ser el personaje más popular, era el que
resolvía muchos de los conflictos que surgían entre los vecinos.
Entre los Lápices
Usados había otro que tan sólo media un centímetro de altura y se decía que
había realizado casi cien planas de letras, palabras y enunciados. Él era el
más viejito y le daba muy buenos consejos a Lápiz
Nuevo, que los seguía siempre. Tenía una pequeña punta desgastada pero que
aún podía esbozar sus ideas.
Mientras tanto, las
plumas Negra y Roja se dedicaban a
trabajar en el cuaderno de español y ciencias. Se creían mucho porque ninguna
goma sencilla podía borrar sus palabras y seguido se reunían con Compás que ocupaba un espacio muy amplio
en la estuchera. Compás tenía un profundo
conocimiento de la vida y fue él quien les contó que antes de que las plumas
fueran inventadas se escribía con un sujeto llamado manguillo. Aquel era un
refinado personaje que bebía la tinta de un recipiente y luego iba haciendo sus
trazos, líneas, curvas, letras y hermosísimas caligrafías. Soltaba la tinta
por su punta, llamada plumilla, y de poco a poco esa tinta contenida en su
compartimento interno, dejaba en la planicie de la hoja sus diseños. Cuando
algún manguillo inexperto se equivocaba o soltaba una gota de tinta en el lugar
equivocado, el trabajo se repetía nuevamente. Eran aquellos tiempos distintos,
colmados de paciencia y precisión a la hora de trabajar.
En aquellos días las
gomas eran de un material más duro y todas estaban conformadas por dos partes: la
roja y la azul. La sección azul era especial para borrar las tintas de los manguillos;
aunque a veces se hacía un hoyo en la hoja al intentarlo, y la roja se usaba
para borrar el grafito de los lápices.
Pero con el tiempo; muchas, muchas gomas se fabricaron de suave migajón o
materiales similares y con la limitación de borrar sólo las líneas de los
lápices. Fue así como las gomas tuvieron una menor participación en la creación
de obras y su papel en la vida de los habitantes de la estuchera cambió
mucho, y más cuando se prohibió su uso
en la escuela argumentando que se debían practicar los trazos sin borrar.
Aquella estuchera era
tan amplia que en ella vivían también, diez
Crayolas venidas de no sé donde que
pintaban con unos colores brillantes y hermosos gracias a un componente llamado
oil que les daba el don de no poder ser borradas por nadie. Un día invitaron a Goma a participar con ellas en el
borrado de un error, pero la pobre goma quedó embadurnada de tal forma que uno
de sus lados quedo inservible. Descubrieron que Goma no era feliz; y al preguntarle ella argumentó que al
interactuar con los trabajos hechos no dejaba nada escrito o dibujado sobre la
hoja, que su quehacer no se notaba ni quedaba para el futuro y llorando
lágrimas de morusas de migajón con grafito de lápiz, dijo que a ella le hubiera
gustado ser un lápiz alto, esbelto con una fina punta para dibujar y formar
trazos libres, letras, palabras e incluso…historias. Trabajar en algo
importante y ser creativa llenando las páginas de un cuaderno o un libro, que
muchos pudieran leer aun cuando ella ya no pudiera estar presente para verlos.
En otras palabras
Ella quería ser otro personaje para poder plasmar algo importante como lo hace
un autor de obras. Pero sólo era un ser oculto y despreciado, borrando los
errores que otros cometían haciéndolos aparecer como mejores. De esa manera Goma esperaba a que Lápiz Nuevo, o cualquier otro habitante del lugar, cometieran un
error para frotar con su cuerpo el papel y desaparecer lo feo. Esa manera de
convivir en las labores con los demás le parecía como vivir a la sombra de otros
siempre.
Y de esa manera
pasaban los días; todos cumpliendo con sus labores, goma sufriendo con sus
temores y borrando aquí y allá.
Pero un día llegó a
la estuchera un personaje nuevo. Era un lápiz HB especialista en hacer dibujos.
Era un artista y hacia unos delineados de color negro intensos y hermosos que
después iba transformando en suaves líneas y sombras. Goma lo miraba con
admiración y pensaba que no le gustaría tener que borrar ninguno de esos bosquejos tan hermosos. Cuando HB
dibujaba parecía como si una música secreta le acompañara en un baile de líneas
y arabescos, espirales y filigranas con los que formaba hermosos bosquejos que
más tarde llegarían a ser verdaderas obras de arte. Y goma, nerviosa ante tanta
expresión se asomaba por algún hueco y sin ser notada, casi invisible,
contemplaba y se deleitaba con las tareas de aquel gran artista.
Una mañana, que Lápiz HB dibujaba sobre papel fabriano
el estudio de los frágiles pétalos de unas florecillas llamadas pensamientos, solicitó
la ayuda de una goma. Las crayolas, amigas de Goma la fueron a buscar y le
dijeron que era su oportunidad de colaborar con el interesante Lápiz HB. Cuando llegó a orillas de la
blanca hoja, él le solicitó que borrara un trazo que no le satisfacía. Primero
frotó con timidez lo que le indicaban y
se dio cuenta que lo hacía con mucha facilidad, pues aquellos trazos eran
suaves. De pronto Lápiz HB
, en un arranque de creatividad, patinó
de manera inclinada por la superficie de la hoja hasta cubrirlo todo de negro.
Al terminar invitó a Goma a dibujar
borrando. Ella nunca había hecho eso, así es que empezó medio nerviosa. Con una
de sus esquinas borró algunas partes y creó, por primera vez, un dibujo…y era
en verdad muy hermoso.
Desde ese día Lápiz HB y Goma trabajaron juntos en muchos proyectos de arte. Los
habitantes de la estuchera la rodearon y felicitaron mucho. Ahora ella también podría
crear obras, dirigir sus propios trazos e incluso escribir. Lápiz Nuevo, plumas Roja y Negra ya la
trataban mejor y la invitaban a sus reuniones a donde acudía por supuesto
acompañada de Lápiz HB.
Y fue así como todos aprendieron que
no importa quién eres pues todos somos
valiosos e importantes en la convivencia diaria, pues todos sabemos algo que
los demás ignoran.
Autor: Lourdes Villaseñor
Bello
Metziciuhatl, julio del 2011
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